¿Por qué?

Después de leer las memorias de Alejandro Llano, un filósofo español, en su libro "Olor A Yerba Seca", redescubrí mis propias memorias, y de alguna manera también desperté de un profundo sueño en el que me había sumido y creo que todos tenemos a veces que volver a "despertar".

Y al oler nuestras propias yerbas secas, recordaremos quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos...

domingo, 29 de noviembre de 2015

Hay una estrella

                   Apago mi tabaco y tengo que entrar a la clase de Inglés. Me siento en el puesto de siempre. Son las once de la mañana y aunque ya salió el sol; ahí estás tú, parado en la puerta con tu chompa de esquimal, mirando a la profe: "Excuse me teacher, may I come in?". Ella te mira, y dice "Of course Diego". Te sientas en el último puesto justo atrás mío, mientras notas que aún estoy terminando el deber. -¿Bro, era para hoy?  -¡Si ñaño!  Te ríes tan descomplicado como siempre y sólo dices -Bueno, préstame para tomarle una foto. Guiñas el ojo y sonríes. Después de un rato me enseñas la última canción con la que estás traumado: "Revolution Begins" de Arch Enemy. Te comento que la guitarra está espectacular y me dices: -No, escucha la letra.

                ¿Como describirte hermano? Tú eres el rock, esa es la única música permitida en tu nave. Y cuando te cortaste el cabello y te quitaste tus botas de cuero seguiste siendo el rock. Jamás dejarás de serlo. Eres todo un personaje, amante del Death metal y de las actividades rústicas. Culto hasta la última gota. Nadie sabe más de la historia prehispánica, la colonización española, religiones alternativas y culturas tan extrañas que haces dudar hasta de su misma existencia. Tienes detalles únicos con los que te rodeamos: en clases de lógica llevabas chupetes a algunos para "endulzar el día"; con otras tienes la manía de saludar robando la nariz aunque no les guste y a otros, no hay clase que no nos des un abrazo. No perteneces a ningún grupo, porque tú eres el grupo.      
                Te mueres de risa con nuestros chistes machistas, pero ambos sabemos que eres un gran caballero. Pides que te presenten amigas -a cualquiera- pues da igual, siempre sales con tu "yo las amo a todas" y al final las llamas "mujer" a cada chica, para no hacerte líos. No te importan los juicios ni prejuicios de quien te escuche. Contigo se puede hablar de lo más importante: de Dios y de chicas. Impones tu manera de pensar con calma y sutileza, y hasta con malas palabras, pues cuando hay que decir algo se dice y punto. Sin complicaciones. Eso es algo que no se encuentra en muchos: sinceridad.

Me quedas viendo y aún estas extendiéndome tu mano con los audífonos. Cierro los ojos y escucho en el fondo:
Since the day that you were born the wheels are in motion
Turning even faster – play your part in the big machine
The stage is set, the road is chosen
Your fate preordained

Súbitamente suena el despertador y esa canción se hace un eco lejano. Empiezo a notar un frío a mi alrededor. Siento que todo se desvanece y cuando abro mis ojos ya no estás ahí. Te estabas despidiendo y no me di cuenta. Me pongo mi camisa y corbata negras para ir a darte, no un adiós, sino un hasta luego. Me preocupa el hecho de no volverte a ver, prendo mi iPod y termino de escuchar la canción. Una pequeña brisa me roza y siento un abrazo mientras la canción dice: We are watching you – every step of the way

                Me pregunto si se puede conocer a alguien en tan solo meses. No, creo que ni si quiera una vida entera al lado de alguien es suficiente para descubrir la infinidad de maravillas que pueden esconderse en una persona. Sin embargo, tan solo meses es suficiente para tratar a una persona, para convertirse en compañero, en amigo, para quererlo... y tan solo meses es suficiente para extrañar a alguien para toda la vida. Sobre todo si ese alguien que se ganó el cariño de muchos, tan solo con una sonrisa, con una broma, con su sincera amistad. Hoy brilla una nueva estrella en el cielo que nos dice "Ama y ponte bien"; porque, quien en vida fue una sonrisa, no querrá que su legado sea de lágrimas. Hoy el cielo rockea y alguien fue llamado al concierto en primera fila. Y hoy Diego, tú eres la estrella. 

domingo, 22 de noviembre de 2015

La música, los filósofos y la amistad (Parte II)

Al hilo de la última publicación, seguimos con nuestro autor invitado dando unas breves pinceladas sobre uno de los valores más importantes que tiene el hombre: la Amistad. Y que, encontrarla y ser encontrado por ella (la Amistad) es una de las aventuras más grandes que un hombre puede experimentar. Después de todo, "un amigo es un tesoro" y "donde está tu tesoro, ahí está tu corazón". Para poder captar la hondura de la Amistad, más que preguntarse sobre presupuestos teóricos de sus "características" o "postulados", debemos preguntarlos quiénes han sido aquellos hombres valientes de vivir la Amistad en toda su plenitud. Por ello continuaremos hablando de uno de los ecuatorianos más grandes de la historia: Juan Larrea Holguín.

I’ll be there for you

El encuentro del amigo es lo primero, pero es solo un instante, una pequeña semilla capaz de germinar o morir. Para que eche raíces se ha de contar con el tiempo: tiempo para compartir, tiempo para ayudar, tiempo para pelear, tiempo para consolar… Sin tiempo no hay más que futuribles, amigos probables, compañeros de ocasión. La frase que más se repite en las canciones de amistad es «I’ll be there» (The Rembrandts, Divas, Jackson Five, Bon Jovi, etc.). Muchas veces se puntualiza «I’ll be there for you». Y esto es esencial a la amistad: estar ahí, gastar el tiempo. Aristóteles señalaba que «es connatural a la amistad compartir la vida con los amigos» (Ética nicomaquea, IX). Por eso suena tan normal oírles decir: «te estaré escuchando aunque no te pueda ver» (Alex Ubago), «no estarás ya solo, yo estaré» (Laura Pausini), «sé que es difícil, pero yo estaré aquí» (Belanova). Quien sólo mira sus cosas no tiene amigos. «Son mis amigos, en la calle pasábamos las horas; son mis amigos por encima de todas las cosas», canta Amaral. Y en verdad, quien desea tener amigos, debe ponerlos como fin, dejando otras cosas: ha de salir temprano del trabajo, dormir algo menos las noches, dedicarles parte del fin de semana, dejar otras actividades para ir con la pandilla a echar unas risas. 

Sin descuidar los estudios, desde joven Juan aprendió a gastar horas, tardes y fines de semana con sus compañeros; a visitarles, a escribirles, a estar pendiente de sus grandes y pequeños sucesos. Especialmente intensa tornó su vida social en Roma, al cursar la carrera de leyes en la famosa Universidad de la Sapienza. Ahí tuvo la fortuna de conocer a san Josemaría, quien le cambió la vida. Con él intimó, dio paseos por la Ciudad Eterna y aprendió a profundizar en la amistad buscando lo que une, evitando lo que separa. Como a Juan le gustaba escalar montes, durante toda su vida llevó a muchos de sus amigos a este plan. Era la ocasión para charlar horas y horas sobre temas humanos y divinos. La conversación se iba al cielo… Una vez tuvo un despiste. Mientras subía sintió un dolor en los costados de ambos pies, que fue incrementando a cada paso. En la cima descubrió el motivo: ¡se había puesto los zapatos al revés! Estaba tan metido en la conversación, que esta “pequeñez” se le había pasado… 

En las Navidades no escatimaba tiempo para tener detalles con los amigos. En estas fechas escribía tarjetas de felicitación —durante años a mano— a más de 200 personas. También procuraba llamarles en su cumpleaños y dedicar tiempo a todos en las reuniones. Una vez fue condecorado en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador por su aporte a la ciencia del Derecho. En el agasajo fue llamativo verle no sólo con las grandes eminencias y figuras del momento, sino también con los estudiantes que se le acercaban y con todo el que quería hablar con él. La verdadera amistad no mide fuerzas. «Tal vez hay seres más inteligentes, más fuertes y grandes también (tal vez); ninguno de ellos te querrá como yo a ti, mi fiel amigo» (Toy Story). 

La amistad se manifiesta «alegrándose con el que se alegra y condoliéndose con el afligido», decía Santo Tomás, porque «cuando alguien ve a otros contristados de su propia tristeza, se hace como una ilusión de que los otros llevan con él aquella carga, como si se esforzaran en aliviarle del peso, y, por eso, lleva más fácilmente la carga de la tristeza» (Suma Teológica I-II, q. 3, a. 3). En ese sentido Juan procuró asistir a los entierros de los parientes de sus amigos, sabiendo lo que para ellos significaba, y nunca entendió a un individuo que por norma decidió jamás asistir a estos eventos. Quizá en la visita no se cruzaban muchas palabras, pero era el hecho de estar ahí. En esas ocasiones, como dice Roberto Carlos, «no preciso ni decir todo esto que te digo, pero es bueno así sentir que yo tengo un gran amigo». Además, como sacerdote asistió a gente de toda clase, fama y posición social en el lecho de muerte, incluso aunque hubieran sido sus “enemigos políticos” —de corazón Juan no los tenía—, logrando verdaderas conversiones de último momento.

Escrito por: Juan Carlos Riofrío

viernes, 13 de noviembre de 2015

La música, los filósofos y la amistad (Parte I)

Tres clases de personas son las que mejor parecen captar el valor de la amistad: los filósofos, los artistas y los amigos. Los filósofos desde la hondura de su pensamiento descubren la esencia de la amistad, su peso, causas y efectos. Así, por ejemplo, Aristóteles ha observado que «el amigo es el más valioso entre todos los bienes exteriores, puesto que sin amigos nadie puede vivir» (Ética nicomaquea, VIII). Desde otra perspectiva muy distinta los artistas también han sabido recoger muchos aspectos de intimidad y camaradería que se dan en una atmósfera de aparente naturalidad, como «esos buenos momentos que pasamos sin saber» (Enanitos Verdes). La misma Oda de la Alegría fue compuesta para celebrar a «quien logró el golpe de suerte de ser el amigo de un amigo». Frente a la visión teórica de los filósofos y a la emotiva de los artistas, está la perspectiva vivencial. ¿Quién puede decir mejor qué es la amistad sino el amigo? Quizá éste no sea muy agudo de cabeza, ni sepa expresar la amistad en canciones, pinturas o poemas, pero será él quien mejor la defina con sus abrazos y sus risas, con sus desvelos y sacrificios, y hasta con sus mismas quejas. Más vale tener un amigo, que saber qué es la amistad.

Dentro de los millones de “amigos” que hay en el mundo, hemos escogido uno con una vida absolutamente extraordinaria. Este es Juan Larrea Holguín. Al hilo de sus conmovedoras anécdotas, de la música y de la filosofía atravesaremos las tres etapas de la amistad: su nacimiento, su cultivo y la eternidad.

Abrirse a nuevos mundos

«Do you need anybody? I need somebody to love», cantaban los Beatles. Todos desean amar y ser amados. Fuimos creados para amar y nuestro espíritu está inquieto hasta saciar este apetito. La amistad no es un accésit, ni un artículo de consumo, ni menos un producto de lujo. Nadie puede vivir sin amigos, decía Aristóteles, pues representan una imperiosa necesidad de naturaleza. Quien tiene menos amigos es menos humano; el solitario o es un dios o una bestia. Por eso da tanta alegría encontrar un amigo. Quien lo encuentra, como dice el refrán, halla un tesoro: descubre un nuevo mundo de sorpresas, un pozo lleno de proyectos de vida, «un plan para que se hagan realidad los sueños que soñábamos antes de ayer» (La oreja de Van Gogh). En el amigo se cumple a la letra el «build my world of dreams around you, I’m so glad that I found you» (Jackson Five).

Lo primero en la amistad es el encuentro. En la calle aguardan multitudes «just waiting on a friend» (Rolling Stones). Todos quieren tener «un millón de amigos» (Roberto Carlos). Y, sin embargo, la gente a veces tiene pocos amigos porque no sale al encuentro. Se cierran, claudican como personas, ya sea por soberbia, ya por simpleza, ya por pusilanimidad. No nos referimos aquí al sentimiento de pequeñez que, según C.S. Lewis, se siente frente al amigo: un amigo siempre es grande en algún sentido. Nos referimos, más bien, a la pusilanimidad que cohíbe, que frena e impide proponer una conversación a un político importante, a una celebridad o a un empresario de caudales. Otras veces lo que imposibilita la amistad son las ínfulas de grandeza y la pedantería. El que de entrada mira hacia abajo a quienes le sirven, a las personas de menor prestigio, cultura o escala social, o a quienes cuentan menos años, en el acto levanta una barrera insalvable para la amistad. Por último están los simplones, aquellos a quienes simplemente no les interesa la vida de los demás: ya están cómodos, ya nada necesitan. Sólo para un condenado «el infierno son los demás» (Sartre).

Juan tenía muchos amigos porque mucho los buscaba. La gente que más le trató afirmaba que dos eran sus principales virtudes: su enorme preocupación por los demás y su extremada delicadeza en el trato. Juan fue todo: abanderado (por ser el mejor alumno en el colegio), Premio La Salle, Premio Nacional Eugenio Espejo, Premio Tobar… (los premios más significativos del Ecuador) escritor de más de cien libros, abogado ilustre, mejor jurista del país, doctor honoris causa varias veces… a media vida recibió las órdenes y fue obispo de importantes diócesis, etc. Pese a tanto título siempre supo tratar a pobres y ricos, a cultos e ignorantes, a jóvenes y viejos con la mayor sencillez, «con ambiente festivo, con buen humor, sin ningún empaque de solemnidad», según había aprendido de san Josemaría. Desde niño supo hacerse amigo de los amigos de sus padres, hacerle conversa a aquellos que coincidían con él en el barco o en el avión, interesarse por la vida de sus compañeros de profesión, pasarlo bien con sus estudiantes, con sus feligreses y con gente de toda edad y condición. Se interesaba por todos, conocidos y desconocidos. Sin presentación previa escribió a muchos políticos, obispos y empresarios para felicitarles por las obras desarrolladas en servicio de la sociedad. Lo hacía pensando que «cuando uno hace algo mal, todos le caen; pero cuando se hacen obras buenas y hasta heroicas, nadie dice nada». Con tal convencimiento les escribía para animarles y afianzarles en sus decisiones. De esas cartas nacieron muchas valiosas amistades.

Quien desconfía no se acerca, ni llega nunca a encontrar un amigo. ¡Cuántos por ahí no suplican «to have a little faith in me» (Joe Cocker)! Juan confiaba en la gente y la gente se hallaba a gusto a su lado. Se sentían tan a sus anchas que con frecuencia le discutían cualquier asunto jurídico, sin arredrarse ante su prestigio intelectual. Muchos estudiantes y abogados objetaron su parecer en la clase o en el foro nacional, sosteniendo incluso tesis contrarias a la moral. Nada de esto fue obstáculo para que terminaran siendo buenos amigos. Tanto llegaron a estimarle, que un buen día los miembros del partido opuesto a sus convicciones le pidieron que les redactara sus propios estatutos. Juan sabía cosechar amistad hasta de los encuentros más hostiles.

Pero aún esto es decir poco. La preocupación de Juan por el prójimo le desbordaba. Un día iba en su pequeño Volkswagen por la sierra ecuatoriana y divisó dos indígenas que en el camino peleaban furiosamente, piedra en mano. Ya corría sangre por la cara de uno. Paró, se bajó y con prisa fue a separarlos. Al acercarse percibió que apestaban a alcohol. A pesar de su ebriedad, reconocieron la presencia del sacerdote y repusieron: «perdonarás, no más, padrecito, borrachos estamos». Juan dio fin, a las bravas, a esa pelea que pudo terminar en crimen. Otro día, en el mismo camino vio un grupo de campesinos apiñados en torno a algo o alguien. Intrigado paró el carro y averiguó que una indiecita acababa de dar a luz una niña ahí en el camino; iba apresurada al pueblo, caminando, y no alcanzó a llegar. Monseñor recogió a la madre y a la recién nacida, y las llevó a su humilde casita a dos o tres kilómetros del lugar. Ambas quedaron sumamente agradecidas. Para encontrar amigos muchas veces hay que frenar a raya el carro de la vida, bajarse un segundo e interesarse por los demás.

Viendo tan buenos ejemplos, a aquellos timoratos, simplones o soberbios que recelosos aún no se abren a los demás, cabría preguntarles «¿por qué no ser amigos, estar unidos, vivir sin miedo y en libertad?» (Hombres G). ¡Basta de ponernos barreras!

Escrito por: Juan Carlos Riofrío

sábado, 24 de octubre de 2015

Los Tatuajes y la Cultura Postmoderna

        Se inicia el siglo XX. Es 1902 y Pavlov escribe su tesis sobre los reflejos condicionados. 1904: Bracque pinta el primer cuadro cubista y al año siguiente Albert Einstein da a conocer la teoría de la  Relatividad. 1906: Schönberg comienza a escribir los Gurrelieder. Tres años después se desarrolla la teoría cuántica que derrumba el concepto de movimiento. Pareciera que la razón del hombre no tuviera límites. El hombre ha conquistado el mundo, lo puede todo. Y cuando menos se lo esperaba: Primera Guerra Mundial y Segunda Guerra Mundial. La primera con un saldo de 30 millones de muertos, la segunda con 60 millones. Después, Crisis nuclear de mísiles. El mundo está al borde de la autodestrucción. El hombre ha perdido todas sus esperanzas, en los siglos pasados había dejado la fe de lado y ahora la propia razón del hombre casi le lleva a su auto exterminio. ¿Y ahora qué?

      Se inicia la Postmodernidad y el hombre que caminaba erguido sobre la cuerda floja, de repente se ha visto desprendido del balancín de la razón. Deja de estar parado sobre tierra y sus pies se hunden en el pantano. Nos hallamos en medio de un periodo donde parece que los valores quedan al arbitrio de uno, donde reina el sin sentido y la libertad no parece tener una finalidad última. Esto es la náusea, el hombre es una pasión inútil. No hay cultura, no hay identidad, no hay nada. Y en medio de esto, se relativiza todo… El cuerpo ya no tiene un sentido y se lo puede usar al capricho de uno. Y en este contexto, parece ser que tiene una lógica los tatuajes. Si el cuerpo no tiene un valor en sí mismo, yo lo puedo usar como quiera. Cuando he conversado con personas, sobre por qué se hicieron un tatuaje muchos me han respondido: rebeldía, identidad, moda. Y es que al quitar los valores “absolutos” el hombre parece que se ha quedado sin una verdadera libertad. El actuar se vuelve algo cotidiano, y las decisiones no parece que tengan un sentido. Sin embargo, cuando me tatúo tomo una decisión importante, elijo algo que quedará marcado en mi piel para toda la vida. Creo que por su esencia, el hombre tiene un natural impulso a tomar decisiones importantes. Pero al caer en este nihilismo las decisiones importantes tristemente se ven reducidas a expresar en su cuerpo, a buscar mediante un signo distintivo de moda, una identidad, algo que sea propio e íntimo. En el fondo, creo que nadie puede ser feliz verdaderamente si no conocer quién es. El tatuaje, entonces, se ha convertido en una salida a esa falta de sentido, una manifestación un chapoteo en las borrascosas olas de la vida para volver a flote y tener una identidad; es decir, ser alguien.


      Ante este panorama desolador, del Postmodernismo también surgen grandes personas que nos dan una nueva perspectiva, redescubriendo los grandes valores humanos y que gritan a la humanidad “no os desesperéis, sí tiene un sentido la vida”. Ya lo dijo Gabriel Marcel: amar a alguien es decirle: tú no morirás jamás. Entonces el hombre es trascendente, y la misma vida no termina con la vida sino que va más allá. El hombre aún tiene deseos de grandeza, de superación, aún esperamos la redención. Y es también en este panorama donde los tatuajes tienen un sentido. Ya lo dijo una grande: “el tatuaje es vida”. Cada tatuaje tiene su historia, y cada signo tiene su significado. La vida del hombre es un continuo recomenzar y recomenzar. Un tatuaje representa ideales y memorias; como ver un árbol con raíces profundas y recordar que el amor de unos abuelos es el tronco robusto que sostiene a las ramas con enormes frutos, o ver a aves surcar el cielo y recordar el valor de la verdadera libertad: llegar alto. Los tatuajes son vida, incluso pueden ser la puerta a la misma Vida, la huella de la fidelidad. Jamás olvidaré el estrujo en mi corazón, cuando aprendí que los cristianos egipcios se tatúan una cruz, para no apostatar si es que extremistas musulmanes llegasen a querer hacerles renegar de su fe. Los tatuajes también pueden ser una muestra muy grande de amor. Así que, si uno se pregunta qué relación existe entre el tatuaje y la Postmodernidad primero deberá preguntarse cuán grande es el corazón del postmoderno en cuestión.

miércoles, 1 de julio de 2015

¿Por qué todavía no aprendemos de los errores de los europeos?

Un filósofo famoso dijo una vez: "Genus humanum arte et ratione vivit". Pero, qué sucedería si es que un generación de hombres carece de su propia arte. Creo que la mayor expresión de identidad que existe es la propia cultura. No se puede tener una cultura sin historia. Por eso todos los pueblos con un gran desarrollo histórico, tienen una cultura asombrosa y hasta milenaria. China, Japón, Grecia, Alemania... son países en los que, la historia, se ha encargado de moldear a las personas. Y ¿cómo ha sido el moldeamiento histórica? Guerras, traiciones, venganzas, resurrecciones; junto con,  fe, esperanza y espíritu de lucha. Ya Juan Pablo II lo dijo muy bien en su discurso a la Unesco, ¿quieren ver al hombre? ¡Ecce Homo! ¿Quieren ver al hombre? Ved pues aquí al hombre, coronado de espinas, cubierto por un manto púrpura y con un cetro de caña en su mano, cual rey, y ved su carne escarnecida y azotada. ¿Quieren ver al hombre? ...¡Ved aquí al hombre! Ved a una Europa tan destruida por guerra y por violencia. Ved la Historia, ved a esta humanidad tan azotada y escarnecida por las discordias y violencias. Ved a la humanidad coronada por su soberanía, y con las espinas de sus vicios. Ved a la humanidad con su cetro de poder, para imperar y gobernar sobre los demás hombres. Ved la fuerza de este cetro regir  en el Holocausto.
      Pero el hombre no está solo. Gabriel Marcel lo dijo una vez "Amar a alguien es decirle: tú no morirás". Esta Europa tan flagelada, tan demacrada y destruida no ha muerto. El hombre ha resucitado por el Amor que lo mueve. Ya lo dijo Alessandro D'Avenia: "El amor no existe para hacernos felices, sino para demostrar cuán grande es nuestra capacidad de soportar el dolor". Europa ha podido resucitar y levantarse, porque primero ha caído. No obstante, ¿qué sucede con América? ¿Por qué caemos tan constantemente? ¿Por qué estamos aprendiendo recién a levantarnos? Hace apenas unos 200 años que somos "independientes", y 500 desde que fuimos "descubiertos"? Pero qué son, apenas, dos o cinco siglos en diez mil años de historia de la humanidad. Sin embargo, se puede -y se debe- aprender de los errores de la humanidad. La Primera y Segunda Guerra Mundial, fue mayoritariamente europea. ¿Acaso debemos nosotros caer también en una guerra panamericana, para descubrir lo nefasto de la guerra: que todos siempre pierden? O debemos nosotros tener que re-descubrir la rueda, para poder avanzar aprendiendo de nuestros errores. Es verdad que se deben aprender de los errores, ¡pero no de los mismos! Seguro que Edison estaba feliz de haber descubierto novecientas noventa y nueve maneras de no construir una bombilla, pues en el fondo fueron novecientos noventa y nueve pasos para hacer la bombilla. Pero se revolcaría en su tumba, si es que cada hombre tuviera que cometer esos -ahí sí- novecientos noventa y nueve errores para descubrir su propia bombilla.
      No creo que América tenga mil quinientos años de retraso, porque la cultura no sólo se crea sino que se aprende. Cada persona, cada americano -y no hablo del erróneo gentilicio de americano para los estadounidenses, sino los verdaderos americanos, todos los que vivimos y amamos América-  puede aunar esa cultura hasta hacerla propia. Entonces, ¿Por qué todavía no aprendemos de los errores de los Europeos? Por la educación. El triste problema, es que no nos han querido educar, sino controlar, incluso nuestros propios gobiernos. Y a veces somos lo suficientemente ignorantes o cómodos,  cómo para no protestar. Ya lo dijo Arturo Pérez-Reverte: "Lo que hay que hacer es educar a los jóvenes, no para ese mundo nuevo y maravilloso que nunca va a existir y que cuando se enfrenten a él se les caiga todo el castillo de naipes, sino para decirles que siempre hay un iceberg delante del Titanic, que siempre hay un tsunami en la playa paradisíaca." Sólo cuando seamos educados, y recuperemos ese espíritu pueril de filósofos -acaso hay mejor filósofo que un niño, indagando el porqué de las cosas- solo cuando volvamos a renacer de lo alto, buscando la verdad y el amor, entonces seremos amados y no moriremos. Nuestra cultura se aunará a la de la humanidad, y tras los latigazos y escarnios podrá escucharse una voz con ecos de eternidad: ¡Ecce Homo! Ved aquí a los hombres, libres de sus ataduras y resucitados. Pues todos estaremos en comunión de culturas, en una multicultura, la cultura de la humanidad en donde América, África, Asia, Europa y Oceanía sean aunados, fraternos, solidarios y educados. Una misma cultura para toda la humanidad, pues como dijo Gombrich: "...al final, todos hemos sido humanos".

martes, 17 de febrero de 2015

¿Perdedores o Ganadores?


        Siempre consideré como poco prácticas las carreras en las que no producías un montón de dinero. Es decir, ¿Por qué alguien estudiaría Ontología? Yo sé, que los entes son los que pagan... pero no van a pagar porque les explique la diferencia de su acto de ser y su existencia. Si es que ellos pagan, es porque les gané un juicio, vendí sus propiedades o los curé de sus enfermedades. A veces siento que este mundo nos prepara tanto para ser "excelentes profesionales", pero no nos habla de ser felices. Asumen que la felicidad está implícita ¿En verdad lo está? Nunca voy a olvidar una anécdota que me contó un profesor de filosofía, cuando trataba de explicar la "locura" en la que se había metido por seguir una rama tan poco práctica. 

        Cierto hombre de ciencia llegaba a su casa cansado del trabajo... Muchas veces había contemplado desde su ventana la paz serena de las aguas en el mar vecino. Era para él una tentación dar un paseo y adentrarse entre las olas. Ese día decidió darse un poco de descanso. En el embarcadero, alquiló un bote y se dispuso a penetrar en el mar. Era media tarde. Como distracción entabló conversación con el rústico barquero. Dime, preguntó de pronto:- ¿sabes matemáticas? El hombre se quedó desconcertado ante la pregunta inaudita, y contestó: -¿qué es eso señor? -¿cómo? ¿no sabes siquiera que son las matemáticas? Y trató como pudo hacerse entender. Al final de la explicación dijo: -¡qué lástima! Has perdido un cuarto de tu vida. El buen marinero asintió tranquilamente. De nuevo otra pregunta: -¿y geografía? ¿tampoco sabes qué es la geografía? ¡pero qué hombre! Tras larga explicación acabó como antes: -has perdido otro cuarto de tu vida. -¿Algo si habrás leído de literatura, aunque sea de la barata? Preguntó de nuevo el culto personaje. ¡pues nada!

        Admirado de la ignorancia que reinaba en nuestros días, pensó si no sería cuestión de hacer un largo informe al Ministerio de Educación Pública sobre las trágicas consecuencias que pueden venir al brillante siglo XXI en el caso de permanecer en la ignorancia las masas populares. ¡Por supuesto al barquero se le habían acabado los cuartos de vida!

        La tarde empezó espléndida, pero poco a poco se fue cubriendo de nubes. Alejados del puerto, tal vez demasiado, y viendo el marinero que el mar presentaba malos síntomas, le dijo a su sabio acompañante: -señor, conviene regresar. Así lo hicieron. Pero las aguas cada vez golpeaban con más firmeza la endeble embarcación; algo de agua había entrado, se logró sacar. De pronto, un golpetazo hizo rodar a nuestros hombres; el ojo perspicaz del experimentado marinero descubrió una pequeña raja en la popa; rápidamente midió la distancia del puerto por las luces y, dirigiéndose al sabio dijo: -¿sabe usted nadar? -Jamás tuve tiempo, contestó el otro. Entonces con la mayor serenidad que pudo, dijo el hombre rústico: -lo siento de verdad, me temo que ha perdido toda su vida.


        "¡Es simplemente una anécdota! Por su puesto que es excelente saber matemáticas, geografía, llevar una fábrica, montar un buen negocio... pero si en esta tierra de paso queremos ser realistas, y no perder el tiempo definitivamente, conviene saber algo más sobre el alma y la eternidad.. no vaya a suceder que la barca haga agua y sea imposible llegar a la orilla", con esas palabras me despertó mi querido profesor, y me hizo tomar un bando: perder o ganar. Perder la vida, sin haber logrado darle un sentido o ganar una vida donde compagine lo temporal y lo eterno. Creo que la segunda opción es la única que permite una agradable muerte, ya lo dijo Da Vinci "Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte." ...y tú ¿en qué lado estás?






*Eternamente agradecido a mi profesor el Dr. Reig Satorres

domingo, 1 de febrero de 2015

Des-conectarnos


Suena a todo volumen, los decibelios están a reventar... Un vaso en mi mano de cerveza helada, a medio tomar, me quita la sed mientras aspiro profundamente y siento como el tabaco llega hasta mis pulmones, es una sensación única. Exhalo. Pero es de noche, no distingo bien los rostros y el exceso de maquillaje en las personas me puede engañar, ya me ha pasado varias veces. Siento el ambiente muy cargado, no sé si será por todo el olor a tabaco y marihuana concentrado, o por la masa de gente. Miro a mis amigos con cara de desconcierto y ellos intentan adoctrinarme como si fuera un indio de los que Colón encontró en América. "Qué!?, nunca has venido? Pues bueno, siempre hay una primera vez. Esto es un rave." La verdad es bastante confuso, por un lado hay una masa de gente saltando al unísono de los beats, también hay quiénes no saben ni donde están parados, tienen los ojos rojos y la mirada dispersa, "solo están trippeando". Me acerco a una chica que está de espaldas, tiene el pelo rubio -o por lo menos eso parece- ¿Cómo saber con certeza si hasta su pelo es natural? Intento sonreír y le pregunto si quiere bailar. Me mira con cara de imbécil. Si, dejo la ambigüedad porque no sé quién era la persona imbécil en ese momento."Esto se baila sólo." fue su única respuesta. 

Personalmente no tengo nada contra la música electrónica, house, o cualquier estilo. Creo que en gustos y colores no opinan los doctores. Pero si hay algo en lo que estoy en contra: la deshumanización. Nuevamente siento la voz de mi amigo, junto con un fuerte olor a vodka, "Oye man, anda a zapatear por ahí." Creo que fue en ese momento cuando sentí lo absurdo que era todo aquello. Aquel panorama me recordaba a ratas de laboratorio recibiendo descargas eléctricas, ratas experimentales que ni si quiera son conscientes de estar drogadas para ser probadas. Por lo menos aquellas no lo hacen voluntariamente. Cuando me pongo a pensar sobre el "progreso" al que caminamos, constantemente viene a mi cabeza ese rave. Cada uno estaba conectado con su música muy profundamente, por lo menos eso parecía, (o puede que me hayan engañado el LSD) y en cada movimiento parecían ir a un viaje muy lejano. Quizás estaban viviendo sus sueños, o extasiándose en sensaciones nuevas, el efecto de las luces láser puede ser muy profundo. 

Es cierto que a veces todos necesitamos espacios para estar solos. Pero qué pasa cuando todo el tiempo estamos queriendo conectarnos con el mi: mi música, mi descanso, mi película, mi serie. Sábato ya lo predijo: "Es apremiante reconocer los espacios de encuentro que nos quiten de ser una multitud masificada mirando aisladamente la televisión. Lo paradójico es que a través de esa pantalla parecemos estar conectados con el mundo entero, cuando en verdad nos arranca la posibilidad de convivir humanamente, y lo que es tan grave como esto, nos predispone a la abulia. Irónicamente he dicho en muchas entrevistas que “la televisión es el opio del pueblo”, modificando la famosa frase de Marx. Pero lo creo, uno va quedando aletargado delante de la pantalla, y aunque no encuentre nada de lo que busca lo mismo se queda ahí, incapaz de levantarse y hacer algo bueno." Recordando ese rave, me preguntaba: ¿Hacia dónde estamos progresando? 

Sinceramente si eso es progreso, prefiero vivir a la antigua. Prefiero esos encuentros -no con mi solitario yo- sino con otras personas. Acaso hay algo más humano que sentir la cálida mano de otra persona, de girarla suavemente y sin darte cuenta chocar con su mirada. Hundirte en sus ojos, descubrir que esa persona también tiene sueños, metas, ilusiones. Hacer algún paso gracioso para conquistar una sonrisa, descubrir el magnífico aroma de manzanilla al rozar su pelo mientras tomas su mano y pareces elevarte sobre los demás, sintiendo que las almas de ambos pueden volar. Concuerdo con Sábato cuando dice que toda vez que nos hemos perdido un encuentro humano algo quedó atrofiado en nosotros, o quebrado. Muchas veces somos incapaces de un genuino encuentro porque sólo reconocemos a los otros en la medida que definen nuestro ser y nuestro modo de sentir, o que nos son propicios a nuestros proyectos. 

Quien se crea identificado para formar parte de la resistencia, de no convertirse en masa sino en reconquistar a la humanidad, no debe olvidar que si quiere cambiar este "progreso", debe comenzar cambiando por uno mismo. Aprendamos a dejar a un lado los celulares, a apagar la laptop, a cerrar Netflix, a apagar la música, y descubrir quién está a nuestro alrededor, para que podamos verdaderamente progresar. No hay nada más humano, que desvivirse por otro ser humano. No desaprovechemos esas ocasiones de encuentros, de reír, de contemplar, de abrazar, de escuchar. Pues en la medida que seamos más humanos, seremos más divinos.

viernes, 23 de enero de 2015

Memorias del Alma


Suena el despertador y una mano cae con fuerza sobre el pobre aparato: se calla. Con un rumbo tambaleante, somnoliento, voy despacio hacia la ducha. La gélida agua me recuerda nuevamente, que ahora estoy en Quito, kilómetros lejos del calor de Guayaquil. Bajo las gradas y entro a la cocina, algo me falta.

Un poco de cereal y leche se mezclan en mi tazón. Llevo la cuchara a la boca y siento que caigo, veo a mi alrededor destellos fugaces, vagas imágenes moviéndose. Ahora son más claros los destellos, he caído en lo más profundo de mis memorias, las siento tan vívidas. Junto al tazón de cereal hay unos olorosos crepes, ya no estoy usando chompa o saco alguno sino mi uniforme del colegio. Siento un calorcito muy agradable y me encuentro en casa. Una voz entrecortada, pero dulce, grita atrás mío: ¡Cindy, baja ya a desayunar! De repente una idea cruza por mi cabeza como rayo ¡Ya recuerdo que me faltaba al bajar las escaleras!

Giro lentamente y veo a mi papá. Siento resbalar una lágrima por mi mejilla, aunque es casi imperceptible. Le doy un fuerte abrazo a mi papá, pero él no entiende el porqué de ese inusual saludo. Noto en sus ojos un tremendo cansancio, ha trasnochado nuevamente. En mi pecho siento un gran ardor, es un enorme orgullo. Mi papá es uno de los auditores Senior Manager, de KPMG. Es patente el gran cariño que nos tiene a mi hermana a mí. A pesar de que se ha quedado trabajando, probablemente hasta las 4 a.m., se ha levantado a las seis para prepararnos el desayuno, crepes: su especialidad. Seguramente habían el doble de crepes en el plato, pero le fascina prepararlos y también  ir probándolos poco a poco; por eso está un poco gordito. Yo le suelo decir que con sus caprichitos, es un niño de 47 años.

Un poco de Chocapic con leche van hacia mi boca, mientras papá me cuenta que tiene viajar a Manta. Es muy entretenida la vida de un auditor, es muy interesante, pero cansada. En Manta está uno de los clientes que le tiene mucho aprecio a mi papá. Recuerdo lo contento que vino una vez con paquetes llenos de ventrescas, que  le había regalado. Un auditor además, por su trabajo, viaja bastante. Muchos de los sitios recorridos por papá han sido: Colombia, Panamá, México, Chicago, New York, Denver, Sao Paulo... Yo le digo que es todo un hombre de negocios, es un viajero.

A pesar de sus ausencias, no descuida a su familia. Lleva casado con mamá más de veinte años y siempre la alegra con sus pequeños detalles. Cumple al pie de la letra con su canción favorita "Mátalas" de Vicente Fernández. "Sin ser un día especial llévale flores, enamóralas con una serenata." Aun tengo su voz en la cabeza cantando: "...si quieres disfrutar de sus placeres, consigue una pistola si es que quieres, o cómprate una daga si prefieres y vuélvete asesino de mujeres". Toda la casa resuena como en un eco inmortal: "...mátalas, con una sobredosis de ternura, asfíxialas con besos y dulzura, contágialas con todas tus locuras, mátalas con flores con canciones no les falles, que no hay una mujer en este mundo que pueda resistirse a los detalles." Subidamente suena el timbre y esa canción se hace un eco lejano, es hora de salir al colegio. Abrazo fuertemente a mi papá, empiezo a sentir como todo se desvanece. El recuerdo está a punto de desaparecer. Empiezo a notar un frío a mi alrededor, tengo que partir a la universidad y mi papá va a emprender uno de sus viajes. Pero este es uno muy particular, ese que le toca a todo hombre, es un viaje transitorio: ese que llamamos muerte.


En memoria de:  Roberto Molina Ruiz.

domingo, 18 de enero de 2015

“Es como si te despiertas de golpe y no entiendes lo que pasó”


Así describiría lo que pasó. Lo describiría como algo que lo hice dormida, sin conciencia de lo que hacía, pero con algunas ideas en la cabeza. Lo que hace que sea una pesadilla es que las acciones no hayan tenido sentido. Ahora me explico, nuestra generación es parte de una ola, a la que llamamos “globalización”. Llamamos a la ola, desarrollo, tecnología, futuro, yo la llamaría, comodidad, porquería y retroceso.

Nos han vendido tantas cosas como buenas, que podríamos decir que vivimos en un mundo maravilloso, donde todo lo que nos dan es mejor que lo anterior. Pueden decir que todo es una forma de ayudar a la gente y que con todo lo que tenemos, con lo mejor, no habría espacio para algo que nos hiciera mal. Pero, ¿la gente no se cansa? ¿No se cansan de vendernos cosas materiales, no se cansan el utilitarismo?

Estas fueron mis dudas por mucho tiempo, hasta que me desperté, había sido parte de esta ola también. Y pues, es inevitable ser parte de esto, la tecnología nos ayuda efectivamente, y la información nos hace entender cosas que antes éramos incapaces de conocer. Pero, ¿hasta qué punto somos libres de escoger lo que queremos?

Actualmente, en el siglo XXI, los jóvenes estamos acostumbrados a que todo esté a nuestro alcance “a saberlo todo”. Tenemos toda la información que queramos al tocar una pantalla. Sabemos lo que pasa en todo el mundo, pero debemos ser más inteligentes que eso y buscar la verdad. Los medios nos informan sobre lo que quieren que sepamos y no podemos enterarnos exactamente de lo que pasa en todos lados a todas horas.

El sistema maneja todo, y a todos. Somos parte de la masa. ¿Podemos salir? Salir sería algo muy drástico, ya que involucraría salir de una sociedad para tener una propia en la cual igual habría un sistema que controlaría y así sucesivamente. La opción, es ser parte del sistema, pero marcar la diferencia.

Podemos hacer que el sistema juegue a nuestro favor, sí, jugar con el sistema. Podemos jugar a marcar la diferencia, a ser líderes. Podemos jugar a que la masa nos siga y así seguir adelante, haciendo pensar al resto si eso es lo que desea. Hemos comprobado que la mayoría de las personas prefieren no pensar, y con esto elegir la comodidad. Si es que ya lo han hecho, entonces estarán dispuestos a trabajar para nosotros.

Sí, todos lo leyeron: “…trabajar para nosotros.” ¿Será que queremos a gente que trabaje para nosotros? ¿Y que lleguen a ser solo eso? Desvalorizar a la persona justo como lo está haciendo la industria, pues no. Es darle una oportunidad a la gente para ser mejor. Una oportunidad para sobresalir ante todo recuperar sus metas.

Algo que me he dado cuenta últimamente es que las personas “cómodas” la gente, no nace siendo solo eso. La gente nace y va creciendo con sueños y metas, pero en algún lugar en el camino se va transformando en eso que sería la masa. Me desperté y me di cuenta que yo, no quiero ser masa y no quiero ser solo gente. Me desperté por que no podía seguir dormida siendo como los demás.


 Escrito por:   Rafaela Müller    -    @rafamuller9

viernes, 16 de enero de 2015



La fe -bien entendida- no te deja tranquilo. No es un calmante, sino todo lo contrario: la auténtica fe no es la de imposición, sino la de compromiso.


-Anónimo

jueves, 15 de enero de 2015


"Creo que la verdadera cobardía no es tener miedo de hacer algo. Sino en no hacer lo que podemos y debemos hacer."
- RMR
EL TESORO
Esta es la carta que escribió un padre a su hijo por sus dieciocho años. Nunca se la dio personalmente, la escribió poco antes del desembarco en Normandía cuando su hijo tenía apenas dos años. Fue su última carta.
Mi pequeño Tommy:
Muy seguramente mamá ya te dejó de llamar así hace años. Para mí sigues siendo mi pequeño. Tengo tu foto mientras escribo, ¡te pareces tanto a tu madre! Creo que esta será mi última carta. He pedido a tu madre que te la entregue, si yo no puedo, el día que te vuelvas un hombre. Mañana llegaremos a Francia, espero que la guerra llegue a su fin. Aunque no sé si veré ese día, prometo cuidarte siempre donde quiera que esté. Y perdón por no haber estado contigo siendo un verdadero Padre. Como ya sabrás, estos fueron años muy duros, de gran pobreza. Sin embargo te quería dejar algo valioso en tu cumpleaños, ahora que eres un adulto; algo que te quede para toda la vida. Quería compartir contigo una pequeña fortuna que la fui adquiriendo en la vida, espero que no la pierdas ni te toque a ti irla haciendo de nuevo.
Poco antes de que empiece la guerra, conocí a tu madre. Ella venía de una familia pudiente, yo la miraba para arriba. Su padre se opuso a nuestro amor por considerar que ella se estaba rebajando al estar conmigo. Él quería que se casara con algún joven acaudalado de aquellos tantos que había en los alrededores. Tu madre me confesó años después por qué me había preferido a mí antes que a ellos. Los conocía bastante bien, eran personas que habían tenido todo en su vida. Llegué a conocer a uno de sus novios anteriores, se llamaba Mark. Tu madre lo quería, y él también era bueno… Pero pensó que el actuar no tenía consecuencias. Engañó a tu madre y, como tenía plata, pensó que siempre podía tener todo lo que quería. Perdió a su amor y empezó a buscar otras cosas que lo compensaran, para llenar el vacío. Se convirtió en alcohólico, mujeriego. Trataba con desprecio a los demás, había perdido su voluntad y cedía ante cualquier capricho. Él creía que era libre, pero no era más que un esclavo de sus propios impulsos. Se separaba cada vez más de los demás, buscándose a sí mismo y eso lo aisló. Estoy muy seguro que, como cualquier hombre, necesitaba intimidad, afecto, felicidad, amor… Y Tommy ¡la libertad es para eso!  Para buscarlos y encontrarlos. Pero una “libertad” que solo actúa pensando en sí misma, va a terminar viendo a los demás como estorbos, ya que la libertad de uno termina donde comienza la de los demás. Por no pensar en los demás quedas solo. Cuando solamente buscas cómo hacer respetar abusivamente tus derechos, te ahogas más rápido en ti mismo, te vuelves esclavo de tu propio ego y soberbia. Es lo opuesto al Amor, darte al otro con tu propia libertad. Es en ese desprendimiento, cuando ya no tienes nada que perder y tu bien es solo el bien de los demás, cuando eres feliz ¡Qué bien lo entiendo yo, que solo vivo y pienso por ustedes dos! Tu madre y tú son el motor de mi vida, lo que me impulsa a luchar más. Sus alegrías son las mías y si ustedes son felices yo lo soy.
 Como la vida siempre te lleva las cuentas, ocurrió que empezó la guerra. En tiempo de guerra todos pierden de una u otra manera y caen en algún tipo de pobreza. Mark se enroló en el ejercito, pensando que allí podría encontrar la aceptación que buscaba, quería ser grande. Lastimosamente como hace tiempo perdió su autodominio, la vida le pasó factura. En el ejercito, como en la vida, se necesita disciplina, obediencia a los superiores, lucha. Murió solo, en una trinchera. Intentó huir al ejército enemigo, al verse rodeado por ellos, y una bala le atravesó la cabeza. Sus compañeros de batallón contaron la historia,  a mí me tocó enterrar su cuerpo. Su tumba fue un par de piedras y una cruz hecha de troncos amarrados.
Sabes Tommy, la guerra te enseña muchas cosas. Muchos pierden su fe, pierden el sentido de la vida y otros, en cambio, lo encuentran. Depende de que tanto estés dispuesto a mirar y aprender de las clases de la vida, aunque a veces sean duras. Es mejor aprenderla sin tener que vivirla. En una guerra, como la vida, el margen de equivocarte es muy pequeño. Llegas un segundo antes o un segundo después, un paso adelantado o un paso tarde y una bala te puede estar atravesando. Muchas veces los centímetros que te salvan son los que están a tu alrededor, en cada minuto, en cada segundo, en cada cosa que debes hacer y la haces, en cada vez que haces lo que debes y estas en lo que haces. Puedes estar horas luchando, cansado, adolorido. Pero Mark me hizo entender que al fin y al cabo el dolor es temporal, puede durar horas, días, incluso hay dolores que duran años. Pero eventualmente el dolor desaparecerá y algo distinto ocupará su lugar. Sin embargo para quien se rinde, el dolor dura para siempre y eso se lo lleva hasta la tumba.
Sabes Tommy, tu abuelo era boxeador. Él decía que no hay mejor contrincante que la vida. Ella es la que suele dar los golpes más duros y te dejará ahí, si tú no haces nada. Pero que no se trata de que tan duro puedas golpear sino de cuanto tú puedes aguantar y seguir adelante. Solo así puedes entender por qué tantas personas han dado la vida buscando la libertad, por qué lo han sacrificado todo por conseguirla. Y es que la verdadera libertad no es esa que escogió Mark, que le llevó a quedarse solo con una tumba sin nombre, la verdadera libertad es la que te autodetermina, la que te permite luchar y avanzar, aunque la lucha sea contra uno mismo. Solo por esa libertad, esa que te permite ser mejor persona, entiendes que vale la pena dar la vida. La libertad te tiene que llevar al bien, sino fuera así no valdría la pena. Todos tenemos esa capacidad de escogerla y usarla para el bien. Todos tenemos sueños que alcanzar y esa libertad con la cual alcanzarlos, es normal eso en el hombre, es natural. Entonces usar mal la libertad es irse contra nuestra propia naturaleza, contra nuestra propia capacidad de cumplir tantas metas nobles y buenas. Es por eso que se dice que cuando usas mal tu libertad involucionas. Tommy, tus sueños tienes que protegerlos, y usar esa libertad para alcanzarlos, muchas veces las personas que han perdido su libertad, como Mark, las que se volvieron esclavos de su ego y no se pueden valer por ellas mismas, querrán que tú tampoco cumplas tus sueños. Qué grande es, Tommy, cuando descubres que dentro de la naturaleza humana está esa capacidad que te lleva al bien, que estas diseñado para llegar al bien y para ser feliz. Qué grande es, Tommy, que la libertad y el bien sean inseparables, y descubrir que por tu propia naturaleza, puedes ser un ser al que estabas llamado a ser.
En Grecia me impresionó ver cuántos filósofos y con doctrinas tan distintas, pretendían haber hallado la Verdad, pero al fin y al cabo la buscaban. Ese “adaequatio intellectus cum res” querían hallarlo, pues Verdad no es más que conocer la realidad como de hecho es. Así hayan dicho que todo era relativo, se contradecían formulando “esa verdad”. Cuando pasé por Roma, vi escrito: Veritas Liberabit Vos, La Verdad os hará libres. ¡Qué claro es ahora! Tommy: La Verdad es el Bien, La libertad es para llegar al Bien y el Bien es el que libera. Porque cuando no eres esclavo de tu yo, eres libre, eres feliz, estás en el Bien. El hombre entonces está hecho para el Bien y esa es la Verdad, la Realidad.


Entonces Tommy, aquí está mi tesoro: ¡Se libre y serás feliz!
A Veces Dios Existe
                Me ocurre algunas veces algo muy contradictorio. Siempre que me pongo a ver algún paisaje hermoso como un atardecer en la playa, el Pichincha nublado o una tarde despejada desde Guápulo viendo los valles;  más aun si me pongo a pensar sobre el universo: sus miles de galaxias y constelaciones, los agujeros negros y la materia negra... me ocurre que: dudo de la existencia de Dios. Al contemplar el universo y  ver su inmensidad me parece que la idea de Dios se queda muy ficticia, como algo muy bonito que pensar... Pero al final de cuentas resulta que el hombre está solo en medio de todo. Es tan grande el universo que me hace preguntar ¿y, donde está Dios? Es más me imagino a veces que si llegara a estar sentado en la arena mirando el ocaso, tomado de la mano del amor de mi vida, tal vez me diría a mi mismo: ¿Roberto, no lo tienes ya todo? ¿En verdad hace falta Dios?

                Exactamente lo mismo me ocurre cuando observo datos científicos: sobre el hombre, sobre la historia, sobre el universo... Es decir, a partir del Big-bang, es sorprendente ver como el universo también se ha desarrollado "solo". Millones de años y se forman las estrellas, millones de años más y con la unión de restos flotantes en el espacio se forman los planetas. Después, estos se enfrían y ocurre otro gran misterio científico: se inicia la vida. Primero células procariotas, las más básicas. Luego, células eucariotas que se combinan, "evolucionan" y se vuelven multicelulares. Se inicia la vida en los mares y después estos seres vivos se vuelven capaces de habitar la tierra. Llegan los grandes reptiles, siguen "evolucionando" , "mutando" y por eso pisan la tierra seres como el Archeopteryx. De ahí se ve de manera clara como Darwin tiene razón: se van los grandes reptiles y solo los que fueron los más aptos para sobrevivir a esos cambios sobrevivieron y evolucionaron: llegan los mamíferos.  Después, por selección natural ciertos mamíferos se desarrollan de manera impresionante: llegan los homínidos. Australopithecus, Homo Habilis, Homo Erectus.. hasta que hay un salto ontológico radical y llega el Homo Sapiens. Mi punto es que -a vista rápida- el universo se desarrolla solo, el hombre evoluciona solo, no se ve que haya un "Alguien" que nos quiera mucho, como para habernos creado y que piense en nosotros. Pareciera que el universo existe por sí mismo, evoluciona y llega hasta donde hemos llegado: nosotros; cumbre de la evolución. Si es que existe un "Alguien", no parece que nos tenga importancia, nos creó y nos dejó a nuestro destino.

                Sin embargo, lo contradictorio es que a la vez que dudo de la existencia de Dios, aumenta también mi certeza de su existencia. Justamente al ver la perfección que hay en el universo, veo demasiadas coincidencias. Por ejemplo la Tierra, que casual es que justo esté a la distancia perfecta del sol como para no quemarse ni enfriarse, que justo tenga la temperatura perfecta para que se quede una capa de gases que la protege de los meteoritos, que se den las condiciones perfectas para que pueda existir el agua. Los científicos no se explican cómo, de seres inertes, empezaron a existir seres vivos -y cómo hoy en día ya no se siguen dando esos cambios- que estos seres evolucionaran tanto, que se dé la reproducción sexual que aumenta la variación y cambios. Si nos metemos dentro de los seres vivos, vemos que es otro universo: sangre, plaquetas, glóbulos blancos, homeostasis: ¡Cuánta complejidad tan perfectamente coordinada! y después... el hombre. Un salto ontológico -que no se sigue dando- en todo el universo, con unas capacidades únicas. Es en ese punto cuando el universo me parece que, de cierta manera, fue tan perfectamente preparado así como una computadora funciona de una manera tan perfecta que ha sido programada, tal vez con una inteligencia más perfecta capaz de prever incluso la evolución. Y es ahí cuando pienso que, tal vez si hubo un "Alguien" capaz de prever eso, fue capaz de prever al hombre como el ser libre que es. Entonces, tal vez no creó al mundo y lo dejó abandonado, sino que supo prever -con su Inteligencia- todo: que el hombre sería libre y que sería inteligente. Por ende, tal vez, nos dejó libres justamente para con nuestra libertad buscarle y preguntarnos por Él. En conclusión, la evolución del universo, la selección natural, las mutaciones, tendría un sentido último: permitir la existencia del hombre. Y con la existencia del hombre, éste, -libremente- sería capaz de preguntarse por el universo, de dónde viene y a dónde va...  y al ver tantas coincidencias preguntarse por la Inteligencia capaz de prever todo para crearlo a él, y simplemente preguntarle: ¿Por qué?