Un poco de cereal y leche se mezclan en mi tazón. Llevo la cuchara a la boca y siento que caigo, veo a mi alrededor destellos fugaces, vagas imágenes moviéndose. Ahora son más claros los destellos, he caído en lo más profundo de mis memorias, las siento tan vívidas. Junto al tazón de cereal hay unos olorosos crepes, ya no estoy usando chompa o saco alguno sino mi uniforme del colegio. Siento un calorcito muy agradable y me encuentro en casa. Una voz entrecortada, pero dulce, grita atrás mío: ¡Cindy, baja ya a desayunar! De repente una idea cruza por mi cabeza como rayo ¡Ya recuerdo que me faltaba al bajar las escaleras!
Giro lentamente y veo a mi papá. Siento resbalar una lágrima por mi mejilla, aunque es casi imperceptible. Le doy un fuerte abrazo a mi papá, pero él no entiende el porqué de ese inusual saludo. Noto en sus ojos un tremendo cansancio, ha trasnochado nuevamente. En mi pecho siento un gran ardor, es un enorme orgullo. Mi papá es uno de los auditores Senior Manager, de KPMG. Es patente el gran cariño que nos tiene a mi hermana a mí. A pesar de que se ha quedado trabajando, probablemente hasta las 4 a.m., se ha levantado a las seis para prepararnos el desayuno, crepes: su especialidad. Seguramente habían el doble de crepes en el plato, pero le fascina prepararlos y también ir probándolos poco a poco; por eso está un poco gordito. Yo le suelo decir que con sus caprichitos, es un niño de 47 años.
Un poco de Chocapic con leche van hacia mi boca, mientras papá me cuenta que tiene viajar a Manta. Es muy entretenida la vida de un auditor, es muy interesante, pero cansada. En Manta está uno de los clientes que le tiene mucho aprecio a mi papá. Recuerdo lo contento que vino una vez con paquetes llenos de ventrescas, que le había regalado. Un auditor además, por su trabajo, viaja bastante. Muchos de los sitios recorridos por papá han sido: Colombia, Panamá, México, Chicago, New York, Denver, Sao Paulo... Yo le digo que es todo un hombre de negocios, es un viajero.
A pesar de sus ausencias, no descuida a su familia. Lleva casado con mamá más de veinte años y siempre la alegra con sus pequeños detalles. Cumple al pie de la letra con su canción favorita "Mátalas" de Vicente Fernández. "Sin ser un día especial llévale flores, enamóralas con una serenata." Aun tengo su voz en la cabeza cantando: "...si quieres disfrutar de sus placeres, consigue una pistola si es que quieres, o cómprate una daga si prefieres y vuélvete asesino de mujeres". Toda la casa resuena como en un eco inmortal: "...mátalas, con una sobredosis de ternura, asfíxialas con besos y dulzura, contágialas con todas tus locuras, mátalas con flores con canciones no les falles, que no hay una mujer en este mundo que pueda resistirse a los detalles." Subidamente suena el timbre y esa canción se hace un eco lejano, es hora de salir al colegio. Abrazo fuertemente a mi papá, empiezo a sentir como todo se desvanece. El recuerdo está a punto de desaparecer. Empiezo a notar un frío a mi alrededor, tengo que partir a la universidad y mi papá va a emprender uno de sus viajes. Pero este es uno muy particular, ese que le toca a todo hombre, es un viaje transitorio: ese que llamamos muerte.
En memoria de: Roberto Molina Ruiz.
Vive en nuestros recuerdos...!!!
ResponderBorrarVive en nuestros recuerdos...!!!
ResponderBorrarEspectacular Roberto, ha sido un honor conocerte. Recuerda siempre esto:vas a llegar muy alto y muy lejos...exitos.
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